La pesadilla republicana: cómo parar a Trump

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Voz de América

De ganar este martes en Nevada y la otra semana en el llamado Súper Martes, el magnate inmobiliario Donald Trump estará en una cómoda posición en el camino a la nominación republicana a la presidencia.

Lejos de celebrarlo, la idea aterroriza a los grandes poderes de Partido Republicano, que todavía no han podido encontrar la forma de parar a Trump, al que consideran difícilmente elegible en la elección presidencial nacional de noviembre.

“Creo que es cuesta arriba, y Washington subestima lo cuesta arriba que es —y eso es porque persistentemente subestiman a Trump”, dice el expresidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich a la publicación Político.

El problema de los republicanos es que, a pesar de que el número de candidatos se ha reducido considerablemente, aún quedan los senadores Ted Cruz y Marco Rubio –y John Kasich y Ben Carson en menor manera— compitiendo por una tajada de los votos que podría ir a un candidato que sea más potable para el establishment republicano.

El preferido del partido parece ser Rubio, que ya ha obtenido el apoyo de al menos uno de los fuertes donantes que apoyaron a Jeb Bush, y está siendo mencionado por varios de sus colegas republicanos del Senado y el Congreso como la persona a escoger.

Según las encuestas nacionales, Rubio sería un mejor rival contra una eventual candidatura de Hillary Clinton y de hecho, según los sondeos, hasta le ganaría. Trump, en cambio, aparece rezagado respecto a Hillary.

Pero con todo el apoyo financiero y político con el que cuentan Cruz y Rubio, es difícil que alguno de ellos se retire antes del Súper Martes, y como allí se repartirán una cuarta parte de los delegados a la convención republicana, después de esa fecha, de ganar Trump, será probablemente demasiado tarde para detenerlo.

De todos modos, hasta ahora, el atractivo de las primarias republicanas–el candidato al que todos quieren ver y oír no importa lo que diga o a quién ofenda—es Trump. Las masas lo siguen así no sea del agrado del aparato partidario, y no parece que eso vaya a cambiar en un futuro cercano.


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