La de Alemania ya no es una selección de elite

 La de Alemania ya no es una selección de elite
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DW –

Alemania se despidió del Mundial de Qatar 2022, en la misma etapa que en el de Rusia 2018. Vendrá un análisis, pero quizá la conclusión es sencilla: Alemania ya no es un equipo de alto nivel, opina Jonathan Harding.

    La histórica eliminación de Alemania en Qatar 2022 es el último giro en una turbulenta etapa de cuatro años. Al igual que en Rusia 2018, Alemania regresa a casa luego de la fase de grupos de un Mundial. A pesar de vencer a Costa Rica 4-2  en su último partido, el daño ya estaba hecho para el conjunto germano. Esta vez, la eliminación fue quizás aún más dolorosa porque dejaron su destino en manos de otros y pagaron el precio, después de que España perdiera ante Japón.

En la fase de grupos de las últimas dos Copas del Mundo y en los octavos de final de la Eurocopa el verano pasado, Alemania demostró una cosa: ya no es un equipo competitivo. A pesar de los mejores esfuerzos de Niclas Füllkrug, Alemania no tiene un centro delantero clásico. Defensivamente, solo Antonio Rüdiger parece un sucesor lo suficientemente bueno en la generación que siguió a la de Mats Hummels y compañía. El lío que se ha producido en la zona del lateral derecho desde que Joshua Kimmich pasó a ser mediocampista ha sido un desastre y la falta de calidad real en la posición de lateral derecho finalmente cobró la cuenta a Alemania.

Problemas estructurales

Todos estos problemas, en parte, están relacionados con el fútbol juvenil en Alemania. Actualizado con la introducción de academias a principios de la década de 2000, el sistema de Alemania produjo una generación de jugadores técnicamente dotados y tácticamente inteligentes. Eso llevó, en parte, a la gloria en 2014. Pero, desde entonces, Alemania ha tardado en adaptarse y el resto del mundo se ha puesto al día. Las reformas ya están en marcha, pero tardarán buena parte de esta década antes de que den frutos.

El estilo de los entrenadores también ha sido un problema. Alemania fue una montaña rusa con Joachim Löw, quien gradualmente se convirtió en un técnico que rara vez lograba el equilibrio correcto y, al final, se aferró al puesto de seleccionador, arrastrando a Alemania a través de los dos torneos anteriores.


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